Lope de
Vega fue un dramaturgo del “Siglo de
Oro” español. A lo largo de toda su vida, fue fiel a su espíritu mujeriego y
conquistador. Sin embargo a los 48 años ingresó en la Congregación de Esclavos del
Santísimo Sacramento de Madrid. Absorto en su retiro espiritual, escribió Lo
fingido verdadero, que fue publicado en 1620.
Junto
con Hamlet, de Shakespeare, y El impromptu de Versalles, de
Molière, Lo fingido verdadero construye una fascinante
trilogía sobre el teatro dentro del teatro en el siglo XVII.
El teatro
barroco insistió en la idea de que la vida es una representación teatral cuyos
papeles están escritos por Dios, y nuestro talento como intérpretes será
juzgado en función de los preceptos cristianos.
Las tres
jornadas de la obra nos proponen una fascinante reflexión sobre el destino y
sus aparentes arbitrariedades. El fingimiento al que obliga el arte teatral
podrá convertirse en un viaje hacia la verdad, sea cual sea la forma en que
queramos identificarla.
Escrita
de manera simultánea a Arte nuevo de hacer comedias, Lope
nos regala una de las reflexiones más fascinantes sobre la verdad en la vida y
en los escenarios que ha producido el teatro de todos los tiempos.
Lope de Vega plantea en Lo fingido verdadero una tragicomedia de temática metateatral que cuenta la conversión del actor Ginés interpretado por Israel Elejalde ofreciendo un ejemplo de su poética dramática expuesta de forma teórica en el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo. La acción se inicia con las muertes del emperador Aurelio Caro y de sus dos hijos (acto I) . Los soldados proclaman como césar a Diocleciano encarnado por Arturo Querejeta. Estando en Roma, Diocleciano le pide a Ginés que represente una comedia, lo que da pie a que ambos dialoguen sobre teatro. La compañía de teatro interpreta ante el emperador una comedia amorosa (acto II) en la que Marcela (Aisa Pérez) y Octavio (Ignacio Jiménez) acaban fugándose interrumpiendo la función. El emperador le pide a Ginés que le compense representando el bautismo de un cristiano. En el acto III, Ginés pone en escena el bautismo de manera que lo fingido (teatro) se vuelve realidad (verdadero). El personaje acaba convertido al cristianismo y muerto en martirio.
En el Siglo de Oro era frecuente la visión de la vida como una obra teatral. Pero Lope de Vega va más allá. En este título borra las fronteras en tres planos: interpretación / sentimiento, ficción / realidad y teatro / vida. Las dos obras representadas, la comedia de enredos amorosa y la obra hagiográfica, acaban influyendo en el plano real de los personajes.
Ginés,
estimado actor y comediante, en el año 303 d.C. fue decapitado bajo el mandato
de Diocleciano, convirtiéndose en mártir. La razón de su martirio fue simple,
aunque su “culpa” se desarrolló en una situación compleja: el mimo romano fue
encargado de escenificar la farsa del rito bautismal de los cristianos, por
aquellos tiempos perseguidos cruelmente.
Mientras representaba la obra ante el emperador Diocleciano, sobrevino en él una crisis mística y, en medio de la actuación, Ginés se convirtió al cristianismo, improvisando oraciones e himnos a Jesús.
Todo
sucede entre la ficción teatral y la realidad, que en este caso raro se
solapan. Tras el espectáculo la compañía fue arrestada. Los actores fueron
interrogados y liberados, mientras que Ginés fue condenado a muerte. El resto
de la compañía fue condenada al exilio, presenciando la ejecución de Ginés
mientras abandonaban Roma.
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